miércoles, 23 de febrero de 2011

Los números del sistema educativo de Puebla.

Tener la razón
Por Herberto Rodríguez Regordosa

“Éramos muchos y parió la abuela”; este dicho popular mexicano sintetiza los años en los cuáles México tenía una gran tasa de natalidad y un crecimiento demográfico más que acelerado. La mayor cantidad de niños, ahora jóvenes, nacieron en la década de los ochenta y hoy están demandando servicios educativos con mucha intensidad, sobre todo en los niveles de secundaria y bachillerato pero próximamente (no más de 5 años) en educación superior. Esta generación de los hoy jóvenes podemos verla como un “problema demográfico”; sin embargo, en muchos foros se considera que realmente es un “bono demográfico”, una realidad positiva que puede brindar oportunidades estratégicas para el crecimiento y bienestar de nuestro País: El bono demográfico es la mayor cantidad de jóvenes que vamos a tener en México en toda su historia y no se repetirá jamás; mi opinión es que representan un gran potencial.
Puebla no ha sido ajeno a ésta dinámica demográfica, pero veamos que nos dicen los números de nuestra educación, ahí están las evidencias de que Puebla puede ser grande si sus niños y jóvenes también lo son. Educarlos es lo primero.
Sé que a veces los números son chocantes, pero un buen diagnóstico toma primero la parte cuantitativa muy sólida para después complementar con el análisis cualitativo. Así que ahí van las cifras: Al final del ciclo escolar 2009, teníamos en el sistema educativo poblano casi 2.2 millones de estudiantes, atendidos por 118 mil maestros y profesores en un poco más de 15 mil centros docentes. Los alumnos está repartidos en ciclos de la siguiente forma: Preescolar 13%, Primaria 37.4%, Secundaria 14.8%, Ed. Técnica y Bachillerato 10.1%, Licenciatura 6.2%, Posgrado .6% y Capacitación para el Trabajo 1.6%. La presión de abrir más escuelas se ha trasladado hacia Secundaria y Bachillerato; en Primaria se ha logrado una cobertura casi total. Un primer reto en nuestro sistema educativo es lograr que nuestros alumnos permanezcan estudiando por más años. Hoy la probabilidad promedio de que un alumno que termina la primaria llegue a la universidad, es de 20% y 5% si se trata de estudiar un posgrado.
Un indicador muy importante que se considera de alto impacto en la calidad del aprendizaje es la razón de alumnos a profesores; así se ven los números para cada ciclo: Preescolar 24, Primaria 30, Secundaria 18, Ed. Técnica y Bachillerato 15, Licenciatura 10, Postgrado 6 y Capacitación para el Trabajo 24 alumnos por profesor. Es interesante notar que esta razón es más alta en promedio en la educación pública que en la privada, a excepción de la educación universitaria donde la pública tiene una mejor razón de 5.4 vs. 7.9 alumnos por profesor; esto puede ser entendible porque en la educación privada no se contabilizan los profesores hora clase, que en algunos casos llegan a representar hasta el 50% de las horas totales impartidas. Tenemos que esforzarnos en seguir invirtiendo en la formación integral de los profesores, son ellos los que todos los días están con nuestros jóvenes transmitiéndoles conocimientos pero también hábitos y valores.
El tamaño promedio de las instituciones es otro indicador interesante, sobre todo si se ve lo que ha sucedido en el tiempo. El número promedio de alumnos por centro es de 144, el mínimo es en Preescolar con 59 y el máximo en Licenciatura con 385 de promedio. Las instituciones de educación superior públicas son en promedio 2.5 veces más grandes que las privadas. Este número es sumamente importante verlo en el tiempo. En 1990 el número promedio de alumnos por institución era de 1,440; es decir 6 veces más grande de lo que es ahora. El fenómeno se explica por la apertura de nuevas instituciones públicas como las Universidades Tecnológicas y los Institutos Tecnológicos Regionales pero sobre todo por la proliferación de Instituciones Privadas que crecieron de 42 en 1990 a 258 en 2009, ¡Más de seis veces! y muchas de ellas con estándares de calidad mediocres, a éstas llamadas patito se les denomina técnicamente “instituciones de absorción de demanda”; es decir preferimos que los chicos estén en instituciones aunque sean “chafas” pero que no formen parte del mercado del desempleo, esta es una triste realidad.
En la educación superior destacan la participación de las instituciones privadas que hoy concentran casi la mitad del total de los 125 mil estudiantes; somos el 4° estado con mayor participación privada en la educación superior. Es claro por qué Puebla se ha convertido en un destino educativo en este nivel, sin embargo, si aplicamos rigurosos criterios de calidad, creo que vamos a quedar a deber. Tenemos que hacer una reforma integral a la Ley Estatal de Educación Superior para apuntalar éstos criterios y al mismo tiempo se aproveche el potencial de crecimiento latente que tienen nuestras buenas instituciones, tanto públicas como privadas.
Revisar el nivel de nuestra investigación es de fondo y de largo plazo; considero que el número de profesores dentro del Sistema Nacional de Investigadores es el indicador más relevante para medirlo. Destaca la BUAP con 359, el INAOE con 108, la UDLAP con 53, la UPAEP con 19 y la Ibero Puebla con 10. Es fundamental impulsar sobre todo, la investigación empírica (aplicada) y la vinculación con las empresas para fomentar un sistema de innovación estatal que tenga como base el capital intelectual de nuestras instituciones de educación superior. Mucha de nuestra investigación debe de buscar resolver problemas tanto en el ámbito público como en el privado. Deberíamos poder traducir mucha de ésta investigación en patentes tecnológicas que debieran con el tiempo transformarse en empresas que produzcan empleos de alta calidad.
Concluyo que Puebla tiene buenas oportunidades en materia de educación, pero esas oportunidades, si no hay un convencimiento claro y acciones concretas para aprovecharlas, pasarán de largo y no regresarán.
Puebla puede apalancar su futuro en sus jóvenes educados en un sistema educativo que deberá ser fortalecido y de vanguardia; el camino es arduo pero vale la pena recorrerlo.

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